Documento para el debate sobre la necesidad de las fundaciones y su rendición de cuentas cuestionada

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El Juez Richard Posner, uno de los principales juristas norteamericanos fuera de la Corte Suprema, observó una vez: “Una fundación caritativa perpetua…es una institución completamente irresponsable, que no responde a nadie. No compite en mercados de capital ni en mercados de productos…y, a diferencia de un monarca, a quien se parecen estas instituciones, no está sujeto a controles políticos tampoco.” ¿Por qué –se preguntó- no pensamos en estas fundaciones como “escándalos totales”?

 

¿Para qué son las fundaciones?

Las instituciones filantrópicas son plutocráticas por naturaleza. ¿Pueden justificarse en una democracia?

Rob Reich
Viernes, 1º de marzo de 2013

Traducción de artículo publicado en foro de debate en  http://bostonreview.net/forum/foundations-philanthropy-democracy)

El Juez Richard Posner, uno de los principales juristas norteamericanos fuera de la Corte Suprema, observó una vez: “Una fundación caritativa perpetua…es una institución completamente irresponsable, que no responde a nadie. No compite en mercados de capital ni en mercados de productos…y, a diferencia de un monarca, a quien se parecen estas instituciones, no está sujeto a controles políticos tampoco.” ¿Por qué –se preguntó- no pensamos en estas fundaciones como “escándalos totales”?

Si las fundaciones son escándalos totales, entonces tenemos un enorme problema en nuestras manos. Estamos atravesando la segunda edad de oro de la filantropía norteamericana. Lo que Andrew Carnegie y John D. Rockefeller fueron a principios del siglo XX, Bill Gates y Warren Buffett son a principios de este siglo XXI.

La última década del siglo XX fue testigo de la creación de enormes fundaciones sin precedentes, como la de Gates. Los bienes de la Fundación Gates y del Fideicomiso Gates, que reúnen la riqueza donada por la familia Gates y por Buffett, superan los 65 billones miles de millones de dólares. Si las entidades combinadas fueran un país, sería el 65avo. en la lista de PBI del mundo. Y no son solo los millonarios y sus megafundaciones los que tienen nuestra atención. Las inequidades de riqueza, que están en un punto récord, son enemigas de la cortesía civil, pero amigas de la filantropía. El boom de los millonarios está haciendo crecer el número y los activos de las fundaciones pequeñas también sin precedentes.

Las fundaciones, entonces, han crecido de forma explosiva. ¿Pero por qué son un escándalo? Si Carnegie tenía razón en decir que el hombre que muere rico muere en desgracia, entonces estas fundaciones y sus grandes donantes deberían disfrutar de una buena reputación, cosa que efectivamente hacen. Una encuesta de Gallup de 2011 ubicó a Gates y a Buffett en la lista de los 10 estadounidenses más admirados. ¿No deberíamos sentirnos agradecidos con la persona que dedica su riqueza privada a propósitos públicos en lugar de consumir o de pasar su dinero a sus hijos y familiares?

Tal vez sí. Pero independientemente de las virtudes personales de los filántropos ricos, Posner nos trae un desafío forzoso sobre el rol de las fundaciones en una democracia. (Posner se preocupa más que nada por las fundaciones caritativas, pero el desafío es más general.) Una sociedad democrática está comprometida, al menos en principio, a la equidad de sus ciudadanos. Pero las fundaciones son, por definición, la voz de la plutocracia. Los bienes de una fundación filantrópica moderna están en una dotación privada, permanente, aventajada en cuanto a impuestos y dirigida por los donantes, y se distribuyen para un fin público. Y con el crecimiento de la riqueza y de la inequidad de ingreso, su tensión aparente con los principios democráticos solo se intensifica.

Opacas y sin rendición de cuentas

La fundación moderna es una rareza institucional en la democracia. En una democracia, los oficiales responsables de una política pública deben participar de las elecciones. ¿No te gustan las opiniones sobre políticas de tu representante? Entonces vota contra él en tu próxima elección. Esta es la lógica de rendición de cuentas interna de la democracia: la rendición de cuentas a los ciudadanos., que no siempre funciona así, pero esta lógica tiene cierta fuerza.

Pero las fundaciones no rinden cuentas en lo electoral. ¿No te gusta lo que la Fundación Gates hizo con sus 3.4 mil millones de dólares en subvenciones en 2011 (representando 9.3 millones de dólares por día) o lo que ha hecho con 25 mil millones de dólares en subvenciones desde su origen en 1994? Qué lástima, porque no hay forma de no votar a los Gates. En referencia a las subvenciones de la Fundación, catalogadas como considerables e influyentes, la crítica Diane Ravitch ha llamado a Bill Gates el superintendente educativo no electo del país.

Por otra parte, como indica Posner, las fundaciones tampoco deben rendir cuentas en el mercado. En el mercado comercial, las compañías rutinariamente se enfrentan a la competencia con los rivales que buscan atraer a sus clientes. ¿No te gusta o no quieres lo que una compañía produce? Entonces no lo compres. Si la mayor parte de los consumidores piensa de esta forma, la compañía desaparece. Esta es la lógica de rendición de cuentas interna del mercado: corresponder con la demanda del consumidor. No siempre funciona así, pero esta lógica tiene cierta fuerza.

Las fundaciones, en cambio, no venden bienes y no se enfrentan a competidores en el mercado. En lugar de vender algo, le dan dinero a otras organizaciones. ¿No te gustan las decisiones de subvenciones de una fundación? Qué lástima, porque no hay nada que comprar y no hay inversores que los hagan rendir cuentas.

Las fundaciones tienen ciertas obligaciones en lo que respecta a procesos de rendición de cuentas. En Estados Unidos, una regla de “pago” establece que las fundaciones desembolsen al menos 5% de sus bienes cada año, aunque los costos de mantenimiento de la fundación cuentan en este pago. Las fundaciones tienen la obligación de emitir un formulario anual impositivo con información básica como fideicomisarios, empleados y sus salarios, y bienes.

Pero completar estas obligaciones mínimas no tiene efectos sustantivos en la actividad de la fundación: sin consumidores, competidores o gente que pueda votarlos, la gente adinerada tiene la libertad de crear fundaciones para el propósito que deseen, con el dinero que deseen. Y las fundaciones tienen la libertad de cumplir ese propósito, potencialmente de forma perpetua, sin importar los resultados de las subvenciones.

Las fundaciones deben dirigir sus subvenciones a caridades públicas, o en lenguaje impositivo, organizaciones sin fines de lucro 501(c)(3). Pero en Estados Unidos casi cualquier organización puede estructurarse como una sin fines de lucro, siempre y tanto prometa no distribuir ese lucro a sus dueños. Por lo que el límite de la caridad pública en realidad no es un límite.

Los beneficiarios no proveen demasiada rendición de cuentas tampoco. Un beneficiario potencial o actual tiene pocos incentivos para criticar a una fundación. En general, quienes buscan una subvención son suplicantes. Exagerando solo un poco, he encontrado que las personas que se vuelven directores de una fundación están a menudo sorprendidos cuando se encuentran a sí mismos transformados en las personas más inteligentes y bonitas de la habitación.

La transparencia tal vez mejore la rendición de cuentas. Pero aparte de completar las obligaciones de pago y del formulario de impuestos, las fundaciones pueden actuar de forma secreta, y frecuentemente lo hacen. No necesitan tener un sitio Web o una oficina, publicar un reporte anual o trimestral, o articular una estrategia de subvenciones. No necesitan evaluar las subvenciones que dan. Y si lo hacen, no necesitan publicar estas evaluaciones.

A veces las fundaciones actúan de forma transparente, dando toda la información mencionada y aún más. Pero esto es en función de la preferencia idiosincrática de una fundación en particular, y no en función de un marco legal o de una norma profesional.

Entonces las fundaciones son a menudo cajas negras, administrando  y distribuyendo bienes privados para propósitos públicos, de acuerdo a lo que defina el donante. Y la intención de ese donante puede mantenerse así de forma indefinida. Las fundaciones están diseñadas desde un punto de vista legal para proteger los deseos del donante de forma perpetua, permitiendo a la mano del donante fallecido extenderse más allá de la tumba a lo largo de generaciones. Las fundaciones deben ser gobernadas por una junta directiva, pero el donante y su familia o personas de confianza pueden integrar esta junta: no tiene un requerimiento de gobernanza pública o comunitaria. La junta de la Fundación Gates, por ejemplo, se compone de Bill y Melinda Gates, William Gates Sr. y Warren Buffett. Los arreglos de gobernanza de muchísimas otras fundaciones familiares son similares.

Los asesores financieros que crean las fundaciones familiares rutinariamente las ofrecen como vehículos para el mantenimiento de los valores familiares de forma intergeneracional. Todo esto puede ser entendible, si no justificable, si las fundaciones fueran simplemente una forma que los acaudalados pueden usar para el ejercicio de su libertad: algunos eligen consumir su fortuna, otros eligen dar regalos y legados a sus herederos, otros eligen dar su dinero para causas filantrópicas. ¿Por qué, entonces, demandar la rendición de cuentas de los filántropos?

Porque las fundaciones no son simples ejercicios de la libertad personal.

En American Foundations (2002), Mark Dowie relata una anécdota entretenida e instructiva sobre el Open Society Institute, una de varias fundaciones creadas por el financista George Soros. Durante una asamblea para resolver un desacuerdo sobre prioridades para las subvenciones, se dice que Soros anunció: “Este es mi dinero. Lo haremos a mi manera”. En ese momento un integrante del staff respondió que aproximadamente la mitad del dinero de la fundación no era suyo, sino público, explicando: “Si usted no hubiera depositado ese dinero en OSI…aproximadamente la mitad hubiera terminado en la Tesorería”. Dowie reportó que ese miembro del staff no duró demasiado en la Fundación Soros. La filantropía en Estados Unidos no es solo la actividad voluntaria del donante. La filantropía en general, incluyendo el trabajo de las fundaciones, recibe subsidios impositivos generosos. Los bienes transferidos a una fundación por un donante no son gravados en dos aspectos: el donante hace la donación más o menos sin impuestos, disminuyendo el peso impositivo que debería enfrentar sin la donación; y los bienes que constituyen la dotación de una fundación, cuando se invierten en el mercado, son mayoritariamente libres de impuestos. Los detalles del subsidio han variado a lo largo del tiempo, pero la filantropía en Estados Unidos incluye hace tiempo el subsidio del ejercicio de la libertad individual.

No siempre fue así. Las actividades filantrópicas datan de la antigüedad. Los incentivos impositivos para la actividad filantrópica datan de 1917. Los Carnegies y los Rockefellers y sus muchos antecesores filantrópicos compartieron su riqueza sin incentivos impositivos federales.

¿Por qué subsidiar el ejercicio de esta libertad? Uno puede imaginar varias justificaciones posibles para un subsidio, principalmente que los incentivos impositivos elevarán la actividad filantrópica.

Si esto es así o no es una pregunta abierta en términos empíricos. La pregunta normativa –sobre si estos subsidios están justificados- también está abierta. No es mi intención aquí responder estas preguntas. Como sea que estas preguntas se resuelvan, el hecho es que las fundaciones son en parte el producto de subsidios públicos. Se crean de forma voluntaria, pero resultan en la pérdida de fondos que podrían de otro modo ser ganancias por concepto de impuestos. En 2011 los subsidios impositivos para las donaciones caritativas le costaron al Tesoro de Estados Unidos unos 53.7 mil millones de dólares.

Entonces las fundaciones no solo expresan la libertad individual de la gente adinerada. Todos pagamos, en términos de ganancia por concepto de impuestos, por las fundaciones, y por extensión, para darle expresión pública a las preferencias de las personas ricas.

 El caso de las fundaciones

Con poca o ninguna rendición de cuentas, prácticamente ninguna obligación de transparencia, un marco legal diseñado para honrar la intención de los donantes a perpetuidad y generosas exenciones de impuestos, ¿qué le da legitimidad a las fundaciones en una sociedad democrática?

Descartemos rápidamente una idea común e intuitiva: que las fundaciones existen porque son remediadoras o redistributivas, que responden a las necesidades de los pobres o desaventajados. De hecho, lo que se da por concepto de necesidades básicas representa un porcentaje sorprendentemente pequeño de la actividad de las fundaciones y de todas las donaciones caritativas.

Y de cualquier forma, pensar en las fundaciones como entidades dadoras de limosna implica que un mundo socialmente más justo- un mundo en que, por ejemplo, la pobreza desesperada no existiera- no necesitaría de las fundaciones. Pero tal vez la filantropía es más que un segundo esfuerzo por arreglar o mejorar cosas que están rotas.

¿Para qué son las fundaciones, entonces? Si estuviéramos comenzando una sociedad democrática desde el principio, ¿querríamos fundaciones con la forma legal que tienen hoy?

Creo que en el caso de las fundaciones hay una forma de hacerlas no solo consistentes con la democracia sino que la propicien.

En primer lugar, las fundaciones pueden ayudar a disminuir la ortodoxia gubernamental mediante la descentralización de la definición y distribución de bienes públicos. Llamémosle a este el argumento del pluralismo. En segundo lugar, las fundaciones pueden operar con un horizonte temporal más largo que el de las empresas en el mercado o que el de los oficiales electos en instituciones públicas, tomando riesgos en la experimentación e innovación de políticas sociales que no esperamos ver por parte del sector comercial o estatal. Llamémosle a este el argumento del descubrimiento. El argumento del pluralismo comienza con la identificación del rol especial de las fundaciones en relación al mercado y al Estado. Hace tiempo que tenemos entendido que el marcado comercial no es bueno para proveer lo que los economistas llaman bienes públicos. Estos son bienes que, como un puerto bien iluminado, están disponibles para todos si están disponibles para uno, y que, como el aire limpio, no son más costosos aunque sean consumidos por más personas. Los ejemplos estándar de bienes públicos incluyen la defensa nacional, la educación, las artes, los parques y la ciencia. Lo esencial sobre los bienes públicos es que es difícil o no deseable bloquear a cualquier persona de su consumo, incluso si no pagan. Dado que a los negocios o empresas privadas les gustan los clientes que pagan, los bienes públicos en el mercado comercial se producen de forma muy escasa. En lugar de eso, el Estado puede proveer bienes públicos: esta provisión es una de sus tareas básicas. En un Estado democrático, una forma sencilla de predecir qué bienes públicos serán producidos es prestar atención a cuáles bienes públicos son preferidos por la mayoría de los ciudadanos. Si la mayoría de los ciudadanos prefiere protección policial y una minoría prefiere que se financien las artes, entonces los políticos votarán para financiar la policía y no las artes. Los modelos estándar de comportamiento político en una democracia predicen que los políticos financiarán los bienes públicos preferidos por las mayorías a un nivel que conformará al votante mediano, que está en el medio del espectro político. Por ejemplo, el arte de vanguardia que es ofensivo tiene potencialmente valor público, pero será preferido solo por pequeños grupos de personas. Entonces el financiamiento de las artes puede generar mucho Norman Rockwell, pero posiblemente nada de arte radical o de vanguardia. (De aquí viene la controversia sobre Piss Christ, por el que el fotógrafo Andrés Serrano recibió un premio en efectivo financiado en parte por la Dotación Nacional para las Artes.)

Las fundaciones pueden obtener resultados más idiosincráticos. Despliegan los bienes privados para el beneficio público, de acuerdo al juicio del donante. Las fundaciones entonces están especialmente bien ubicadas para financiar bienes públicos que se producen en una medida menor a la necesaria, o que no se producen, por el mercado y el Estado. Porque los donantes tienen preferencias diversas sobre los bienes que desean financiar de forma filantrópica, las fundaciones pueden ser una fuente de financiamiento para los bienes públicos que quieren las minorías, o para bienes públicos controversiales que un Estado democrático no quiere o no puede financiar.

Las fundaciones, entonces, parcialmente descentralizan la definición y la producción de bienes públicos. En una democracia pluralista, las personas tienen preferencias diversas sobre qué tipo de bienes proveer mediante el gasto directo de dinero que de otra forma sería ingreso por concepto de impuestos. Basándose en las preferencias de los donantes y sin la lógica de rendición de cuentas del mercado o del Estado democrático, las fundaciones pueden ayudar en la provisión de un pluralismo de bienes públicos. La diversidad de los bienes provistos por beneficiarios de fundaciones ayuda a crear una arena de sociedad civil diversa, contestataria y en movimiento permanente. Esta descentralización modera la ortodoxia gubernamental.

Esta idea no es nueva. Puede verse, por ejemplo en la opinión del Juez Lewis Powell en un caso de 1983 sobre si a la Universidad Bob Jones, una universidad religiosa y sin fines de lucro que prohibía las parejas interraciales, se le debía mantener el status de exención impositiva si optaba por rechazar a un fuerte interés gubernamental como era terminar la discriminación racial. Powell se unió a la mayoría en condicionar el status de exención impositiva a la no discriminación racial, pero rechazó la idea de que la función primaria de una organización exenta de impuestos sea la promulgación exclusiva de políticas adoptadas por el gobierno. Para Powell, la provisión de subsidios impositivos para organizaciones sin fines de lucro, incluyendo posiblemente a las fundaciones, “es un medio indispensable para limitar la influencia de la ortodoxia gubernamental en áreas importantes de la vida comunitaria.”

Las fundaciones idealmente llevan adelante los experimentos de políticas de largo plazo y alto riesgo que nadie más quiere enfrentar.

El argumento del pluralismo vuelve a la falta de rendición de cuentas electorales o de mercado de las fundaciones una virtud en lugar de un defecto. Las fundaciones son libres, a diferencia de las entidades comerciales, de financiar bienes públicos porque no tienen que competir con otras firmas o excluir personas del consumo de los bienes que proveen. Y son libres, a diferencia de los políticos que se enfrentan a futuras elecciones, de financiar bienes públicos minoritarios, experimentales o controversiales que no son favorecidos por mayorías o por el votante mediano.

¿Necesitamos la forma institucional específica de la fundación para descentralizar la fundación de bienes públicos y acotar la ortodoxia gubernamental? Tal vez no. Tal vez las donaciones individuales a organizaciones preferidas sin fines de lucro podrían proveer una buena parte de la descentralización y pluralismo necesarios. Tal vez las fundaciones- especialmente las que pueden sobrevivir a perpetuidad- no son necesarias para el pluralismo de los bienes públicos.

Me pregunto, por ejemplo, por el boom de las pequeñas fundaciones. El número de fundaciones con menos de 1 millón de dólares en bienes se duplicó entre 1993 y 2010, y estas fundaciones rara vez tienen trabajadores remunerados, casi nunca dan más de 50.000 dólares al año, y funcionan más o menos como la chequera caritativa de las familias ricas. Estas familias podrían lograr el mismo resultado, el mismo beneficio público, simplemente escribiendo un cheque o usando un fondo dirigido por donantes en lugar de crear una fundación como vehículo para su filantropía. Este enfoque evitaría los gastos generales que las fundaciones requieren y que no pueden ser contados como beneficios públicos. Tal vez debería haber un límite de bienes, por ejemplo 10 o 50 millones de dólares, para las fundaciones.

Por otro lado, incluso si las fundaciones ayudan a descentralizar la provisión de bienes públicos, ¿el pluralismo resultante no tendría tintes plutocráticos y no democráticos? Los bienes públicos apoyados por las minorías, experimentales o controversiales representan las preferencias diversas de los acaudalados, pero no de la ciudadanía en un sentido más amplio. No veo cómo evitar esta conclusión. Mientras los ricos y los pobres tienden a dar el mismo porcentaje de su ingreso en caridad, en términos absolutos son los ricos los que tienen más para dar. ¿Esto implica que debemos eliminar las fundaciones? No lo creo. Tal vez deberíamos cambiar las leyes impositivas para reducir el aspecto de subsidio impositivo de la actividad de las fundaciones. Pero una moderación plutocrática de la ortodoxia gubernamental puede ser mejor que ninguna moderación.

El argumento pluralista ofrece una explicación plausible, si no definitiva, de cómo las fundaciones apoyan a la democracia. Pero las fundaciones proveen más que diversidad. También alientan a la innovación.

Digamos que una democracia desea mejorar el bienestar general o ir tras la justicia, pero los representantes democráticos no saben cuál es el mejor medio para llegar a esos fines. Por ejemplo, ¿qué tipo de políticas serán mejores para la promoción de oportunidades y logros educativos? Algunos creen que la universalización de la educación preescolar es la respuesta, otros creen que es un mejor sistema de financiamiento de las escuelas, otros piensan en televisión educativa mejor y más generalizada, y otros creen que la respuesta está en el aprendizaje online. O consideremos la política ambiental. ¿Qué clase de cambios reducirán las emisiones de carbono haciendo el menos daño posible al crecimiento económico?

Para responder estas preguntas, una sociedad democrática- reconociendo que sus líderes no lo saben todo, que el desacuerdo razonable en los mejores medios para alcanzar fines es entendible, y que las condiciones sociales están en permanente evolución- puede querer estimular la experimentación en políticas sociales para que puedan identificarse y adoptarse medidas efectivas para concretar los fines que se acordaron de forma democrática.

Esta necesidad de experimentación nunca termina. Debido a los cambios constantes en condiciones económicas, culturales, tecnológicas y generacionales, el proceso de descubrimiento es idealmente acumulativo y contribuye a la sociedad con una lista de prácticas buenas y efectivas para los distintos contextos y prioridades. Las fundaciones pueden ser un mecanismo- como también podría serlo el federalismo- para este importante trabajo de experimentación y descubrimiento.

Y cuando se trata del trabajo permanente de experimentación, las fundaciones tienen una ventaja estructural sobre instituciones estatales o del mercado: un horizonte temporal mayor. Una vez más la falta de rendición de cuentas puede ser una ventaja sorprendente. Las entidades comerciales en el mercado no tienen una estructura de incentivos que sistemáticamente recompense la experimentación a largo plazo y alto riesgo: necesitan resultados trimestrales. De manera similar, los oficiales públicos en una democracia no tienen una estructura de incentivos que recompense la experimentación a largo plazo y alto riesgo: necesitan poder mostrar rápidamente los resultados del gasto de dinero público para ser reelectos. En cambio, las fundaciones no están sujetas a reportes de ingresos, inversores o accionistas impacientes o a elecciones a corto plazo.

Las fundaciones, que responden solo a las diversas preferencias e ideas de sus donantes, con una dotación que les permite existir a perpetuidad, pueden estar situadas de forma única para participar en las políticas innovadoras a largo plazo y de alto riesgo y la experimentación, una actividad saludable para una sociedad democrática. Algunas fundaciones experimentan de esta manera: buscando, tal como lo hace la Fundación Gates, innovaciones para hacer frente al cambio climático.

¿Y qué sale de una innovación financiada por una fundación luego de que ha sido evaluada? Las innovaciones y experimentos fallidos mueren, aunque la sociedad presumiblemente ha aprendido algo de ellos. Otros pueden modificar los experimentos fallidos y generar resultados positivos.

Desde la perspectiva de una fundación, las donaciones filantrópicas exitosas no consisten en la financiación de las innovaciones sociales y el mantenimiento de las más exitosas. Debido a que los activos de incluso las fundaciones más grandes son pequeños comparados con los activos del mercado y de los países ricos, el éxito consiste en ver a las innovaciones de políticas “ampliarse” por empresas privadas o por el Estado.

Los mayores logros de fundaciones estadounidenses encajan en este modelo. La creación de las bibliotecas públicas, la financiación detrás de la Revolución Verde, el desarrollo de las Becas Pell para la educación superior, la coordinación de un sistema nacional de respuesta de emergencia 9-1-1, la aparición de micro-préstamos – todos son el resultado de innovaciones financiadas por fundaciones ampliadas tanto por firmas como por el Estado. Carnegie estimuló con éxito el interés por las bibliotecas públicas, que con el tiempo generaron demandas de financiamiento del gobierno estatal y local. La Fundación Ford ayudó a financiar el banco de microcrédito Grameen Bank del Premio Nobel Muhammad Yunus, cuyo éxito trajo a muchos bancos comerciales al sector de micro-préstamos.

En síntesis, a diferencia de los negocios y el Estado, las fundaciones pueden arriesgarse. Éstas pueden ser el capital semilla de la innovación en la política social efectiva en una sociedad democrática. Esto, creo, es el argumento más fuerte a favor de las fundaciones.

Nótese, sin embargo, que las fundaciones capaces de proporcionar suficiente capital riesgo para la innovación en políticas tienen activos significativos, y es probable que tengan un equipo de profesionales capaces de gestionar y difundir su aprendizaje. La pequeña fundación familiar que da menos de 50.000 dólares al año no se encuentra en una posición fuerte para llevar a cabo esa tarea. Esta es otra razón para preocuparse por el crecimiento de las pequeñas fundaciones y otra razón para considerar un mínimo alto de activos antes de ser autorizado a establecer una fundación.

El desempeño de las fundaciones

¿Qué tan bueno es el desempeño de las fundaciones en los Estados Unidos si se compara con la visión defendida aquí? ¿Son buenas para fomentar el pluralismo y la experimentación? Una evaluación rigurosa está más allá del alcance de este argumento, pero no escasean los escépticos. Algunos destacados observadores de las fundaciones, incluyendo muchos que son amigos y defensores de las fundaciones, creen que las fundaciones están rindiendo poco. El expresidente de Atlantic Philanthropies, Joel Fleishman, por ejemplo, piensa que las fundaciones harían mejor su trabajo si fueran más transparentes y tomaran más riesgos. Otros, como Waldemar Nielsen, un destacado autor sobre el tema de la filantropía, han desafiado el apoyo de las fundaciones a la innovación, argumentando que las fundaciones más frecuentemente se encuentran “en el borde, no en la vanguardia, del cambio.”. Peter Frumkin, Paul Brest y Hal Harvey han argumentado que las fundaciones muy a menudo operan sin una estrategia o teoría del cambio social, y que son en lugar de eso vehículos de sus donantes para expresar sus preferencias y fantasías.

Tal vez estas críticas son correctas. Si es así, entonces tanto peor para las fundaciones. Mi objetivo no es defender su comportamiento real, sino identificar el estándar real. Mi punto es que la peculiar forma institucional de las fundaciones puede desempeñar un rol en una sociedad democrática, a pesar de su poder plutocrático.

El caso de las fundaciones que proporciono aquí no sugiere que las fundaciones se están desempeñando bien. Lo que está claro es que se están desempeñando, y esta tendencia aumenta. Dado su crecimiento explosivo, la preocupación por la plutocracia es real. Aprender más acerca de su desempeño, y juzgarlo contra las normas de fomento del pluralismo y el fomento de descubrimiento es, por lo tanto, una tarea urgente.