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Por CIVICUS
En el marco de nuestro informe temático 2018 sobre “Reimaginar la Democracia”, estamos dialogando con líderes, activistas y especialistas de la sociedad civil sobre su labor de promoción de las prácticas y principios democráticos, los desafíos que enfrentan y los logros alcanzados. En esta oportunidad, CIVICUS conversa con Analía Bettoni, coordinadora de proyectos del Instituto de Comunicación y Desarrollo (ICD), una organización de la sociedad civil uruguaya que desde 1986 se ha dedicado a generar y diseminar conocimientos y gestionar redes para fortalecer la participación ciudadana y la incidencia y el impacto de la sociedad civil en Uruguay y en América Latina.
Cuando se habla de rendición de cuentas se suele pensar de inmediato en los gobiernos. ¿Por qué es importante la rendición de cuentas de la sociedad civil?
La rendición de cuentas de la sociedad civil es hoy en día tanto una necesidad como un deber. Las razones de ello son varias. La sociedad civil ha crecido, ha ganado visibilidad, tiene un papel más destacado que nunca en el desarrollo a nivel local, nacional e internacional, y por ende tiene una mayor responsabilidad de dar cuenta de lo que hace y de cómo lo hace. Así como las organizaciones de la sociedad civil (OSC) son con frecuencia puestas como ejemplos por sus acciones, también se las examina, se las observa y se las cuestiona. Al igual que en otros ámbitos del quehacer humano, se han identificado algunos casos de corrupción, mal uso de fondos o malas prácticas en algunas OSC. Se trata de un fenómeno acotado, pero que si no es tratado adecuadamente puede acabar poniendo en tela de juicio la legitimidad de todo el sector, y ya no solamente de las organizaciones cuestionadas. En ese sentido la transparencia y la rendición de cuentas son un factor de legitimidad y por consiguiente un elemento necesario para la sostenibilidad de las OSC individuales y de todo el sector. Pero son también un deber ético, en tanto que las organizaciones utilizan recursos que son en última instancia públicos, en el sentido de que provienen del público, ya sea que les sean entregados por el Estado, agencias de cooperación internacional, empresas o donantes individuales.
A diferencia de lo que pasa con los gobiernos democráticos, la legitimidad de la sociedad civil no resulta de ninguna elección. En cambio, la legitimidad debe producirse y reproducirse todos los días a través del trabajo que la sociedad civil hace en defensa de los derechos, en la protección del medio ambiente, en el fortalecimiento de la democracia, en la atención a los sectores más vulnerables.
La sociedad civil trabaja sin descanso para ejercer presión política y social en nombre de las comunidades marginalizadas, denunciar la corrupción a nivel de los gobiernos o las prácticas empresariales que perjudican a los seres humanos y el medio ambiente, y protestar en defensa de los derechos de mujeres, jóvenes, pueblos indígenas, entre muchas otras acciones. Además, ha tenido que ocuparse de defender su propio espacio de acción, que es también el que dichos sectores excluidos necesitan para organizarse y movilizarse por sus derechos. El espacio cívico está siendo objeto de crecientes restricciones en todo el mundo, como lo muestra el CIVICUS Monitor, según el cual apenas un 4% de la población mundial vive en países con espacio cívico abierto, es decir donde las personas pueden ejercer su derecho a protesta, expresión y asociación sin temor o restricciones arbitrarias.
En ese sentido, una lectura rápida de las noticias en América Latina pone en evidencia fenómenos difundidos y preocupantes, entre los que se destacan la criminalización y los asesinatos de defensores de derechos humanos, el uso excesivo de la fuerza para la represión de la protesta, y la censura, amenazas y ataques contra periodistas. La sociedad civil está en la primera línea de la lucha contra estas amenazas.
Así y todo, por las razones que mencioné, ya no alcanza con invocar el trabajo por causas nobles para obtener legitimidad: es preciso demostrar proactivamente de dónde salen los recursos con los cuales se hace ese trabajo, cómo se los utiliza, qué actividades se realizan y qué impactos tienen.
¿De qué y a quién tienen que rendir cuentas las organizaciones de la sociedad civil?
¿De qué rendir cuentas? Básicamente de todo lo que hacen: sus objetivos, su gobernanza, sus recursos, sus proyectos, sus resultados. Una buena rendición de cuentas exige que cada organización tenga identificados a sus interesados directos, sus necesidades y expectativas. Estos interesados directos pueden ser externos a la organización, como lo son los donantes, los gobiernos, los destinatarios o beneficiarios de sus acciones, y el público en general, o internos a la organización, tales como los miembros, asociados o voluntarios.
No hay un modelo de rendición de cuentas que sirva por igual para todas las organizaciones: varían las misiones y las estrategias de las organizaciones, y con ellas los tipos de audiencias a las cuales rendir cuentas. Una organización que se dedica a la provisión de servicios sociales puede tener que demostrar la calidad de sus servicios y su desempeño frente a los donantes, los organismos estatales encargados de regular dichos servicios y las personas que reciben esos servicios. Una organización que hace incidencia en política pública, por su parte, puede necesitar construir su legitimidad tanto con las comunidades o grupos cuyas aspiraciones, intereses o derechos representa como entre los actores sobre los cuales busca ejercer influencia, tales como la clase política, los gobernantes o la opinión pública.
Pero una de las cuestiones centrales a resaltar es que la rendición de cuentas no puede limitarse a poner información a disposición de esos públicos. En rigor, eso es la transparencia activa. La rendición de cuentas es más que eso: requiere la generación de canales o mecanismos para que los interlocutores directos puedan interrogar, cuestionar, exigir y dar retroalimentación, y a través de los cuales pueda brindárseles una respuesta.
La experiencia muestra que las OSC suelen estar mucho más atentas a las exigencias de sus donantes que a las opiniones de las personas o grupos a los que dirigen sus acciones o a las cuales representan. Estos son los públicos más relegados de la rendición de cuentas, lo cual es un problema. En este sentido me gustaría mencionar la iniciativa Resilient Roots, que está desarrollando CIVICUS junto con Accountable Now y Keystone Accountability, y que busca evaluar en qué medida reconectar a las organizaciones con sus públicos principales a través de la rendición de cuentas puede hacerlas más resilientes en contextos en que el espacio cívico presenta crecientes retos y amenazas. Me parece que es un paso importante en la dirección correcta.
Tu organización, y vos misma, llevan casi una década trabajando en la iniciativa regional Rendir Cuentas. ¿Podrías contarnos más sobre esta iniciativa?
La iniciativa Rendir Cuentas fue creada en 2009 y agrupa a numerosas organizaciones de América Latina y el Caribe. Además de difundir numerosos recursos informativos, tales como guías prácticas para la autoevaluación en transparencia y rendición de cuentas o el desarrollo de alianzas colaborativas, durante todos estos años hemos impulsado la rendición de cuentas individual y colectiva de la sociedad civil en varios países de América Latina. Estas rendiciones tienen el doble objetivo de generar más transparencia y de dar mayor visibilidad a los aportes que la sociedad civil organizada realiza en cada país. Por esta razón, cada ejercicio de rendición de cuentas implica que las organizaciones hagan pública toda su información, pero también conlleva la realización de campañas o actos públicos para presentar datos sobre los recursos humanos y financieros que moviliza el sector en su conjunto y los cambios o impactos que genera con sus acciones. En el último ciclo se presentaron rendiciones colectivas de organizaciones de Argentina, Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú, República Dominicana y Uruguay. Estas rendiciones contienen información agregada para el conjunto de las organizaciones participantes, lo cual no exime a cada una de ellas de perseguir individualmente los estándares más altos de transparencia y rendición de cuentas, cosa que nosotros también alentamos.
Finalmente, desde abril de 2015 Rendir Cuentas también participa en el proceso del Estándar Global para la Rendición de Cuentas de las OSC, un proyecto internacional liderado por nueve iniciativas de rendición de cuentas de OSC de todo el mundo, con el propósito de generar una herramienta de autorregulación que pueda ser aplicada en todos los contextos, con el propósito de reconectar a las organizaciones con la ciudadanía, sus socios, adherentes, simpatizantes, beneficiarios y donantes en una rendición de cuentas dinámica (dynamic accountability)que permita generar confianza y multiplicar el impacto de las acciones de la sociedad civil en estos tiempos en que éstas son más necesarias que nunca, en tanto que el espacio cívico no deja de sufrir ataques.
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