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A esta visión exclusivamente arancelaria y aduanera de la integración le
siguió un desarrolló casi insignificante de la institucionalidad política.
Más de 15 años pasaron para que se conformara un Parlamento del
Mercosur, todavía prácticamente intrascendente en cuanto a decisiones,
pues la última palabra siempre la tienen los ejecutivos.
De hecho, este débil crecimiento del Mercosur en sus primeros
15 años, y un relativo y rápido avance desde 2004, coincide con
la presencia de poderes ejecutivos con mayor afinidad ideológica
(Kirchner, Lula, Vásquez y Duarte Frutos-Lugo). En ese marco
se dio un mayor dinamismo, saliendo de la matriz eminentemente
aduanera y enfocándose con mayor interés en los aspectos políticos
y sociales del bloque. De hecho, en 2005 se crea el Fondo de
Convergencia Estructural del Mercosur, que tiene como objetivo
principal reducir las asimetrías y desarrollar infraestructura civil de
integración.
Tanto el avance vertiginoso de los últimos ocho años, como el letargo
de la primera década, se deben más que nada al interés de los gobiernos
de turno. La sociedad civil tuvo poco que ver en ambos procesos.
Recién a partir del 2006, la sociedad civil va ganando protagonismo
mediante la participación en Cumbres Sociales que se realizan
rutinariamente durante cada semestre. A su vez, al interior de cada
estado existen capítulos nacionales de participación de la sociedad
civil. Sin embargo todavía no se puede hablar de una representación
orgánica y la sociedad civil participante es en gran medida afín a los
gobiernos de turno.
La vinculación ideológica de los ejecutivos nacionales es fundamental
para entender los éxitos y fracasos de la integración. Ha dinamizado
algunos procesos y en este sentido es una fortaleza, en cambio, su
“La configuración
de la
integración y su
institucionalidad
debieran basarse
en una lógica
de convergencia
desde las
realidades
locales, que
frecuentemente
son realidades
regionales”