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debilidad reside en que la integración depende de la variabilidad de
cada uno. Todavía no se han consensuado una agenda estratégica de
la integración y los mecanismos para involucrar a la sociedad civil en
este proceso.
En consecuencia es necesario diseñar y constituir instituciones que
puedan servir como articuladores del proceso de integración regional.
Pero esta constitución de la institucionalidad de los procesos debe tener
un correlato con la realidad. Y en este caso, partiendo de la cuestión
de la sociedad civil, debe basarse en las cosas que de hecho se hacen
en la realidad e inciden en la misma. Hablamos de las acciones de la
sociedad civil.
Partimos de la necesidad de tomar los temas que aborda la sociedad
civil (transparencia, incidencia política, control, rendición de cuentas,
lucha contra la corrupción, construcción de agendas ciudadanas, lucha
contra la pobreza, políticas sociales, entre otras) e incorporarlos al
debate regional. En la medida en que la integración no se acerque a la
sociedad civil y no incida y se complemente con sus acciones, ésta no
será reconocida.
La configuración de la integración y su institucionalidad debieran
basarse en una lógica de convergencia desde las realidades locales,
que frecuentemente son realidades regionales. Es decir, avanzar
desde una lógica diferenciada y en ocasiones incluso simultanea
entre lo intergubernamental y lo supranacional. Hay ámbitos en que
la intergubernamentalidad tiene menos reticencia y hay sectores en
donde la lógica de la supranacionalidad puede forzar procesos de
construcción institucional.
La incorporación de la sociedad civil al proceso de integración ayudará
a legitimar el mismo proceso. La evidencia empírica, la experiencia
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